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Patrones enfurecidos por el ISN: lloran impuestos, no pobreza

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Emilio Blanco del Villar, presidente de Coparmex Mérida, salió a los micrófonos para lanzar un “no categórico” al aumento del Impuesto Sobre Nómina, como si estuviera defendiendo al pueblo y no a las cúpulas empresariales que representa. Habla de empresas ahogadas, de un “pípila fiscal” y de que “no es momento de más impuestos”, pero omite un pequeño detalle: el ISN es un impuesto estatal que, bien diseñado y bien aplicado, sirve justamente para financiar aquello que la gente de a pie sí necesita: mejores servicios, infraestructura, educación, salud, movilidad. Es decir, lo que durante décadas se le negó a los que viven lejos de los bulevares donde florecen los negocios inmobiliarios y las inversiones que tanto han beneficiado a unos cuantos.

Mientras el gobierno estatal plantea la ruta de “primero los pobres” y orienta el paquete fiscal a quienes menos tienen, desde Coparmex se enarbola un discurso que suena más a defensa del margen de utilidad que a preocupación por la nómina de las y los trabajadores. Blanco del Villar se indigna por el incremento al ISN, pero calla que ese impuesto no se descuenta del salario de la gente, lo paga el patrón, es deducible de ISR y, en muchos casos, viene acompañado de estímulos para nuevas inversiones y empleos formales. Lo que en realidad le incomoda al empresariado más duro no es el impuesto en sí, sino la idea de que una parte de sus ganancias tenga como destino financiar políticas que pongan al centro a los de abajo y no a los mismos de siempre.

Detrás del “no a más impuestos” hay un mensaje claro: sí a conservar privilegios, no a tocar el modelo que mantuvo a Yucatán con parques abandonados, transporte precario y periferias olvidadas mientras unos cuantos hacían negocio con la tierra y la plusvalía. El ISN, usado con transparencia y con prioridad social, es una herramienta para corregir parte de esa desigualdad histórica: más escuelas, mejor salud, movilidad digna, inversión productiva con sentido social. Por eso vale la pena decirlo sin rodeos: cuando el gobierno habla de orientar el presupuesto a quienes menos tienen y el empresariado responde con alarmismo fiscal, lo que está en juego no es solo una tasa de 3 o 3.75 %, sino el modelo de Estado que queremos. O se sigue legislando para el confort de las élites, o se asume, de una vez por todas, que el dinero público debe servir primero a los que madrugan, trabajan y sostienen esta tierra, no a quienes usan el miedo como cortina azul y blanca para no perder sus privilegios.