La señora del circo azul
Kathia Bolio Pinelo vuelve al escenario político, esta vez disfrazada de defensora del transporte público. Desde Tabasco, la panista intenta levantar la voz por el “Va y Ven”, el mismo sistema que su propio partido impulsó y dejó lleno de deudas, concesiones turbias y subsidios millonarios. Ahora, con discurso ensayado y cámaras encendidas, presenta una denuncia ante la Comisión de Derechos Humanos, fingiendo empatía por las personas con discapacidad y usuarios afectados, cuando en realidad busca oxígeno político en una Mérida que ya no la reconoce.

Detrás de su discurso “inclusivo”, queda el historial de negocios familiares y obras infladas en municipios gobernados por el PAN. Su empresa, bajo nombre prestado, construyó obras de mala calidad como la concha acústica de Tixpehual, mientras el dinero público desaparecía en los laberintos de los contratos. Hoy, Kathia se aferra al protagonismo usando causas nobles como escudo, pero los yucatecos no olvidan su pasado: promesas rotas, despensas elitistas y la arrogancia de quien solo se asoma cuando hay cámaras y reflectores.
El pueblo ya la conoce, y también su doble cara. Kathia Bolio no defiende derechos, defiende negocios. El “Va y Ven” que hoy idolatra fue diseñado para unos cuantos, y no para el pueblo que dice representar. Su cruzada es puro teatro, un intento desesperado por regresar a una escena política que la rechazó hace tiempo. Los meridanos ya no la quieren ni en foto, y en el PAN, hace mucho, la mandaron lejos… solo para no verla más.


