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La selva se pinta de rojo… Pero de sangre y cemento

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Otro webinar más, otro slogan bonito: “ATÅL Yucatán: La Ciudad Roja”, un destino “concebido desde la arquitectura y una nueva forma de invertir en turismo” que nacerá, según sus promotores, “dentro de la selva yucateca”. Lo que no dicen en el anuncio del 28 de noviembre es que para que nazca su ciudad roja primero tienen que matar la selva verde. Veinte hectáreas (y contando) taladas sin Manifestación de Impacto Ambiental completa, permisos provisionales firmados en la Dirección de Desarrollo Urbano cuando todavía mandaba Renán Barrera y ahora protegidos por Cecilia Patrón, la misma que juró detener la gentrificación y hoy mira para otro lado mientras las retroexcavadoras comen monte a diestra y siniestra.

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Porque el sector inmobiliario ya no trabaja para los meridanos, trabaja para extranjeros con dos o tres millones de pesos en la bolsa. Mientras el yucateco de a pie sigue pagando predial inflado y viendo cómo le tapan el cenote de su comisaría, los nuevos señores feudales pintan de rojo fachadas “inspiradas en la arquitectura maya” sobre los cadáveres de los árboles que eran el verdadero legado maya. ATÅL no es un desarrollo, es la nueva conquista: Mauricio Vila abrió la puerta como Hernán Cortés del siglo XXI, Renán Barrera firmó los permisos y Cecilia Patrón hace como que barre la casa mientras esconde la basura bajo la alfombra. Entre panistas no se pisan la manguera, pero sí se reparten la selva.

Yucatán ya no es el paraíso que vendían en los folletos. Es un territorio en liquidación donde la selva se volvió eslogan de marketing mientras se convierte en fraccionamiento VIP. Hoy los meridanos ya no se duermen: investigan, graban, denuncian. Y cada árbol que cae con el sello de aprobación del Ayuntamiento es un voto menos para el PAN en 2027. La Ciudad Roja se levantará, sí… pero sobre los huesos de lo que algún día fue nuestra selva y nuestra dignidad. Y cuando llegue el día de rendir cuentas, que no digan que no se les advirtió.

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