Mérida y Progreso: entre lixiviados y discursos de TikTok
En Mérida, la postal es tóxica: el acceso del T-1 del IMSS con bolsas y desechos en plena cara del usuario, camellones repletos y rutas que no pasan. El Ayuntamiento vende “operativos” y video bonito mientras la ciudad huele a relleno sanitario. Y la alcaldesa en pasarela europea, con firmas que sirven para el reel pero no para que el camión levante la bolsa en tu cuadra.
En Progreso, los montes y playas están convertidos en basureros improvisados. Chelem, céntrico y comisarías: la basura regresa después de cada “jornada especial” y el mal olor se instala como residente fijo. El alcalde Erik Rihani presume descacharrizaciones y calendarios, pero la calle dicta otra cosa: acumulación, puntos negros y cero control. Limpian para la foto; al día siguiente, la porquería vuelve.
Mientras tanto, el PAN intenta maquillar fracaso con encuestas infladas y “estrategia Gen Z” a base de creators, lives y promesas huecas. Quieren likes para tapar baches, rutas caídas y rellenos que no dan. Aviso para oficina azul: la juventud no es bot ni carne de cañón. Entreguen tableros públicos, metas semanales, sanciones y cobertura real por ruta… o sigan nadando en lixiviados y excusas.


