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Los muertos del PRIAN: la vieja fórmula de la ultraderecha para incendiar al país

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La historia se repite con distinto nombre y la misma sangre. El asesinato de Carlos Manzo, presidente municipal de Uruapan, no solo dejó luto en Michoacán: también revivió la estrategia más vieja del PRIAN. Igual que hace tres décadas con Luis Donaldo Colosio, la derecha vuelve a aprovechar la tragedia para fabricar mártires y azuzar el caos. No buscan justicia, buscan fuego. Convierten la muerte en propaganda, el dolor en consigna, y la indignación ciudadana en un instrumento político para reavivar el odio y provocar un levantamiento contra el gobierno legítimo.

La ultraderecha sabe que un cuerpo sin vida conmueve más que cualquier propuesta, por eso se aferra a cada tragedia para manipular conciencias. En 1994 lo hicieron con Colosio, tiñendo de azul su recuerdo para recuperar el poder; hoy repiten la fórmula con Manzo, levantando banderas ajenas, fingiendo empatía y vistiendo el luto como disfraz. Las mismas manos que envenenaron al país con corrupción y violencia ahora claman justicia mientras siembran división, como si de cada muerto pudieran cosechar votos.

En el fondo, no buscan un movimiento social, sino una provocación. Saben que el dolor une, pero también que la rabia ciega. Y mientras gritan “revolución”, siguen operando con la misma frialdad de siempre: usar la muerte como arma política para desgastar a un gobierno que eligió la paz sobre la represión. Porque en la historia del PRIAN, cada difunto ha sido la excusa perfecta para justificar la ambición.