Mérida bajo control: Cuando el “orden” se vende al mejor postor
En el Mérida que presume Cecilia Patrón Laviada el famoso “orden” no se impone, se cobra. Mientras la alcaldesa posa frente a las cámaras hablando de disciplina y progreso, la realidad en las calles es otra: los pequeños comerciantes y emprendedores viven bajo un régimen de extorsión disfrazada de reglamento. Si no tienes un contacto en el Ayuntamiento o no aflojas el bolsillo, tu negocio puede amanecer clausurado sin previo aviso.
En los pasillos municipales ya todos saben cómo funciona: quien paga, trabaja tranquilo; quien se resiste, enfrenta la furia de los inspectores. Las mordidas ya no se piden con descaro, ahora se llaman “colaboraciones”, “cuotas de mantenimiento” o “apoyos a la limpieza urbana”. Lo cierto es que ningún permiso se mueve sin aceite, y los favores se cobran como si la ciudad fuera propiedad privada del PAN. Los mismos que prometieron un gobierno ciudadano hoy se comportan como capataces del espacio público, imponiendo miedo a punta de multas y amenazas.
Mientras el centro histórico se cae a pedazos y los mercados se ahogan entre basura y ambulantaje sin control, el Ayuntamiento se concentra en simular autoridad para las redes. La fotografía oficial muestra calles limpias y sonrisas fingidas; la Mérida real, en cambio, está cansada de un gobierno que usa el orden como chantaje y la legalidad como negocio. Así se gobierna hoy: con una mano recogen los pagos, y con la otra, presumen transparencia.


